| 1 | Después de esto, los moabitas, los amonitas y algunos de los meunitas le declararon la guerra a Josafat, | |
| 2 | y alguien fue a informarle: «Del otro lado del Mar Muerto y de Edom viene contra ti una gran multitud. Ahora están en Jazezón Tamar, es decir, en Engadi.» | |
| 3 | Atemorizado, Josafat decidió consultar al Señor y proclamó un ayuno en todo Judá. | |
| 4 | Los habitantes de todas las ciudades de Judá llegaron para pedir juntos la ayuda del Señor. | |
| 5 | En el templo del Señor, frente al atrio nuevo, Josafat se puso de pie ante la asamblea de Judá y de Jerusalén, | |
| 6 | y dijo: «Señor, Dios de nuestros antepasados, ¿no eres tú el Dios del cielo, y el que gobierna a todas las naciones? ¡Es tal tu fuerza y tu poder que no hay quien pueda resistirte! | |
| 7 | ¿No fuiste tú, Dios nuestro, quien a los ojos de tu pueblo Israel expulsó a los habitantes de esta tierra? ¿Y no fuiste tú quien les dio para siempre esta tierra a los descendientes de tu amigo Abraham? | |
| 8 | Ellos la habitaron y construyeron un santuario en tu honor, diciendo: | |
| 9 | Cuando nos sobrevenga una calamidad, o un castigo por medio de la espada, o la peste o el hambre, si nos congregamos ante ti, en este templo donde habitas, y clamamos a ti en medio de nuestra aflicción, tú nos escucharás y nos salvarás. | |
| 10 | »Cuando Israel salió de Egipto, tú no le permitiste que invadiera a los amonitas, ni a los moabitas ni a los del monte de SeÃr, sino que lo enviaste por otro camino para que no destruyera a esas naciones. | |
| 11 | ¡Mira cómo nos pagan ahora, viniendo a arrojarnos de la tierra que tú nos diste como herencia! | |
| 12 | Dios nuestro, ¿acaso no vas a dictar sentencia contra ellos? Nosotros no podemos oponernos a esa gran multitud que viene a atacarnos. ¡No sabemos qué hacer! ¡En ti hemos puesto nuestra esperanza!» | |
| 13 | Todos los hombres de Judá estaban de pie delante del Señor, junto con sus mujeres y sus hijos, aun los más pequeños. | |
| 14 | Entonces el EspÃritu del Señor vino sobre Jahaziel, hijo de ZacarÃas y descendiente en lÃnea directa de BenaÃas, Jeyel y MatanÃas. Este último era un levita de los hijos de Asaf que se encontraba en la asamblea. | |
| 15 | Y dijo Jahaziel: «Escuchen, habitantes de Judá y de Jerusalén, y escuche también Su Majestad. Asà dice el Señor: No tengan miedo ni se acobarden cuando vean ese gran ejército, porque la batalla no es de ustedes sino mÃa. | |
| 16 | Mañana, cuando ellos suban por la cuesta de Sis, ustedes saldrán contra ellos y los encontrarán junto al arroyo, frente al desierto de Jeruel. | |
| 17 | Pero ustedes no tendrán que intervenir en esta batalla. Simplemente, quédense quietos en sus puestos, para que vean la *salvación que el Señor les dará. ¡Habitantes de Judá y de Jerusalén, no tengan miedo ni se acobarden! Salgan mañana contra ellos, porque yo, el Señor, estaré con ustedes. » | |
| 18 | Josafat y todos los habitantes de Judá y de Jerusalén se postraron rostro en tierra y adoraron al Señor, | |
| 19 | y los levitas de los hijos de Coat y de Coré se pusieron de pie para alabar al Señor a voz en cuello. | |
| 20 | Al dÃa siguiente, madrugaron y fueron al desierto de Tecoa. Mientras avanzaban, Josafat se detuvo y dijo: «Habitantes de Judá y de Jerusalén, escúchenme: ¡ConfÃen en el Señor, y serán librados! ¡ConfÃen en sus profetas, y tendrán éxito!» | |
| 21 | Después de consultar con el pueblo, Josafat designó a los que irÃan al frente del ejército para cantar al Señor y alabar el esplendor de su santidad con el cántico: «Den gracias al Señor; su gran amor perdura para siempre.» | |
| 22 | Tan pronto como empezaron a entonar este cántico de alabanza, el Señor puso emboscadas contra los amonitas, los moabitas y los del monte de SeÃr que habÃan venido contra Judá, y los derrotó. | |
| 23 | De hecho, los amonitas y los moabitas atacaron a los habitantes de los montes de SeÃr y los mataron hasta aniquilarlos. Luego de exterminar a los habitantes de SeÃr, ellos mismos se atacaron y se mataron unos a otros. | |
| 24 | Cuando los hombres de Judá llegaron a la torre del desierto para ver el gran ejército enemigo, no vieron sino los cadáveres que yacÃan en tierra. ¡Ninguno habÃa escapado con vida! | |
| 25 | Entonces Josafat y su gente fueron para apoderarse del botÃn, y entre los cadáveres encontraron muchas riquezas, vestidos y joyas preciosas. Cada uno se apoderó de todo lo que quiso, hasta más no poder. Era tanto el botÃn, que tardaron tres dÃas en recogerlo. | |
| 26 | El cuarto dÃa se congregaron en el valle de Beracá, y alabaron al Señor; por eso llamaron a ese lugar el valle de Beracá, nombre con el que hasta hoy se le conoce. | |
| 27 | Más tarde, todos los de Judá y Jerusalén, con Josafat a la cabeza, regresaron a Jerusalén llenos de gozo porque el Señor los habÃa librado de sus enemigos. | |
| 28 | Al llegar, entraron en el templo del Señor al son de arpas, liras y trompetas. | |
| 29 | Al oÃr las naciones de la tierra cómo el Señor habÃa peleado contra los enemigos de Israel, el temor de Dios se apoderó de ellas. | |
| 30 | Por lo tanto, el reinado de Josafat disfrutó de tranquilidad, y Dios le dio *paz por todas partes. | |
| 31 | Josafat tenÃa treinta y cinco años cuando ascendió al trono de Judá, y reinó en Jerusalén veinticinco años. El nombre de su madre era Azuba hija de SiljÃ. | |
| 32 | Siguió el buen ejemplo de su padre Asá y nunca se desvió de él, sino que hizo lo que agrada al Señor. | |
| 33 | Sin embargo, no se quitaron los *santuarios paganos, pues el pueblo aún no se habÃa consagrado al Dios de sus antepasados. | |
| 34 | Los demás acontecimientos del reinado de Josafat, desde el primero hasta el último, están escritos en las crónicas de Jehú hijo de JananÃ, que forman parte del libro de los reyes de Israel. | |
| 35 | Después de esto, Josafat se alió con el perverso OcozÃas, rey de Israel, | |
| 36 | para construir una flota mercante que irÃa a Tarsis. Los barcos los hacÃan en Ezión Guéber. | |
| 37 | Entonces Eliezer hijo de DodÃas, de Maresá, profetizó contra Josafat: «Por haberte aliado con OcozÃas, el Señor destruirá lo que estás haciendo.» En efecto, los barcos naufragaron y no pudieron ir a Tarsis. | |